Es un hecho que los dos únicos grandes partidos nacionales que hay en España son el socialista y el popular. En la mayoría de las comunidades son uno alternativa del otro, mientras que el resto de partidos minoritarios o regionales, hoy por hoy, lo tienen crudo.
Tanto socialistas como populares tienen representación e implantación en todas las comunidades autónomas y en casi todos los ayuntamientos y diputaciones. En unas regiones gobiernan unos, en solitario o acompañados, y los otros son alternativa, o viceversa. Salvo en el país vasco, donde su estúpido enfrentamiento les hace ser a ambos oposición.
Pero en Navarra el PP cedió su espacio a UPN, para no dividir el voto de centro derecha y a cambio éste actuaría a modo de franquicia del PP. Desde hace diecisiete años que se firmó ese acuerdo, los diputados y senadores elegidos por UPN se integran dentro del grupo parlamentario popular en igualdad de condiciones que el resto.
Esto ha venido funcionando, muy bien por cierto, pero tenía sus días contados. Al no conseguir UPN los votos suficientes para seguir gobernando la comunidad foral y depender de que los socialistas lo permitan o no, significaba que cuando éstos necesitaran que UPN les devolviera el favor, el problema será insalvable.
Solo hay dos posibilidades. Si los dos diputados de UPN rompen la disciplina de voto del grupo parlamentario popular, como les exige su partido, no solo serán expulsados de dicho grupo y tendrán que acomodarse en el grupo mixto, sino que la ruptura entre el PP y UPN se hará efectiva. Inmediatamente nacerá una nueva estructura del PP en Navarra que se surtirá de las filas y votantes de UPN, dividiendo los votos y los esfuerzos.
Si por el contrario dichos diputados mantienen la disciplina de voto del grupo popular, los socialistas navarros retirarán su apoyo a UPN y, previo pacto con el resto de grupos políticos, incluidos los proetarras, derribarán el gobierno de la comunidad foral.
Y es que la política hace extraños compañeros de cama, pero en determinados casos más vale dormir solo que mal acompañado.
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