La cabra tira al monte.

Yo confío más en los que sin hablar tanto, sus actos hablan por ellos. Y es que no hay más intolerante y violento que los que siempre hablan de tolerancia y paz. Aquellos que no saben decir una frase sin utilizar estas palabras son los que hay que temer. Y si tenemos alguna duda, solo hay que remontarse a las hemerotecas y comprobar realmente su grado de compromiso con lo que predican.
Que el actual parlamentario socialista y anterior máximo regidor de una ciudad como la nuestra, se descolgara pidiendo la extradición o expulsión de un medio de comunicación que no le bailaba el agua, ya dice mucho sobre la tolerancia y el respeto que ese personaje tiene por los que no piensan como él, no se prestan a aplaudir sus decisiones y menos a escribir a su dictado.
Por eso, a nadie extrañó que se atreviera a insultar a los miles de ciudadanos que habían osado manifestarse por una opción del AVE distinta de la que él defendía. Todos aquellos que recorrieron las calles de Albacete pidiendo un trayecto que no coincidía con el suyo, no eran para él sino simples cerdos desagradecidos.
Tampoco nos sorprendimos cuando un concejal, compañero de su corporación, aunque de la oposición, fue increpado y amenazado en plena calle, incluso en presencia de miembros de la Policía Local, y a pesar de obtener sentencia firme a su favor, el mismo personaje no solo no amparó al amenazado compañero, sino que aseguró ante el Pleno Municipal, que siempre, en un incidente de este tipo, estaría a favor del ciudadano y en contra del político. Es decir, para él no importa quién amenace a quién, ni quien insulte a quién. Él, de antemano, ya sabe de parte de quién está.
Salvo cuando el amenazado fue él mismo. En cuyo caso, abusando de su cargo, no tuvo empacho en hacer una declaración institucional para defenderse de esa supuesta e imaginaría amenaza. Entonces, suponiendo que hubiera sido cierta la amenaza, ya no estaba a favor del ciudadano y en contra del político, porque el político era él mismo.
Y es que el subconsciente a veces le traiciona, como cuando ante las quejas de unos vecinos por una ola de robos y asaltos que se estaban produciendo, este personaje, en otro arranque de tolerancia, les dijo que “A los que escandalizan habría que atarles una piedra de molino al tobillo y tirarlos al río”.
Pero cuando se dio cuenta que había metido la pata, aclaró que él no se refería a los vecinos, sino a la portavoz de la oposición. Es decir, a los políticos, si son del equipo contrario, si se les puede desear cualquier tipo de males por no ser socialistas, y si esas amenazas en algún momento se convierten en hechos, pues él se mofa, lo justifica y aplaude, como en el caso de Berlusconi. Al fin y al cabo, tarde o temprano, la cabra tira al monte.

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