Mintieron a sabiendas.

Los gobernantes socialistas mintieron conscientemente de que lo hacían. Mintieron asegurando que el déficit del estado era del 6% acordado con Europa. Y volvieron a mentir cuando, una vez que llegó al gobierno Rajoy y se encontró que el déficit real superaba el 8%, los socialistas se empeñaron en negarlo, acusándolo de querer aumentar dicho déficit artificialmente para poder justificar unos recortes más duros de los necesarios. Ahora hemos sabido quien mentía y quien decía la verdad. La Unión Europea ha confirmado que el déficit dejado por los socialistas era del 8,51% del PIB, total una pequeña desviación sobre la prevista de 26.000 millones de euros de nada. Que los socialistas dejaron nuestro país en la ruina es un hecho constatable e indiscutible. Y ahora hay que atajar los desmanes cometidos por ellos a costa de ajustar los gastos a los ingresos. No podemos gastar más de lo que ingresamos, y cada día recaudamos menos. Éste, que es un principio básico en cualquier familia o empresa, hasta ahora no era aplicado en nuestras administraciones, y así nos va. Gastamos y debemos más de lo que generamos. Pero lo que tiene guasa es que los pirómanos que incendiaron el bosque, acusen a los bomberos de utilizar demasiada agua para apagarlo. Hemos soportado casi ocho años de desgobierno y despilfarro de lo que había acumulado y de lo que íbamos a ingresar, para después seguir malgastando a costa de endeudarnos y arruinarnos. Ahora, cuando los españoles, reconociendo su pésima gestión les dieron una patada en el culo, apenas transcurridos tres meses del nuevo gobierno, durante el cual ha tomado más medidas que ellos en todos los años que estuvieron, salen continuamente en los medios de comunicación muy cargados de razón criticando todo lo que hace Rajoy. Y es que esta clase política que hemos padecido todos estos últimos años, ni tiene vergüenza ni sabe lo que es. Si tuvieran un mínimo de ésta, se habrían metido debajo de la cama y no se atreverían a salir a la puerta de su casa, y menos a exhibir su resquemor por haber sido desalojados del poder.

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