Ahora que la izquierda rencorosa quiere imponernos su inventada memoria histórica, podemos buscar los antecedentes del máximo responsable de la política regional, el Presidente heredero, Sr. Barreda.
Empezaré recordando sus inicios democráticos en el Partido Comunista de España, de donde, como vio que no había mucho futuro, optó por pasarse al PSOE, con el cual si que algún día podría tocar pelo. El primer intento le salió mal, muy mal, ya que se presentó a las elecciones municipales y el resultado no pudo ser peor, obtuvo los peores resultados para los socialistas que se conocen en Ciudad Real.
Y aunque es algo que nadie puede elegir, pertenece, a una de las familias con más rancio abolengo de Ciudad Real, podríamos decir que es de lo más destacado de la aristocracia local y con tradición de terratenientes, de hecho, su familia se comprometió desde el primer momento con el alzamiento nacional del 18 de julio.
Es más, entre sus ascendientes está la Casa de Treviño y Gotor, siendo uno de sus familiares directos el Marqués de Treviño, fundador de los sindicatos católicos agrarios y que fue fusilado por el bando republicano en los primeros compases de la guerra Incluso en una de sus innumerables fincas aparece en la capilla un listado completo de todos los familiares muertos por “Dios y por España”.
Uno de sus tíos políticos fue de los primeros falangistas en unirse al golpe militar y protagonizó el secuestro de una de las radios locales. Familia acomodada, contaba con un sin fin de criados y no se caracteriza por haber pasado hambre tras la guerra civil. Barreda, tras finalizar sus estudios se dedicó a hacer una tesis llamada Caciques y Electores, lógico al ser una materia sobradamente conocida por él, en la que se limito a abrir el baúl documental de la familia.
Por todo ello no es de extrañar que, tras tantos años siendo la sombra del todopoderoso Bono, el de las medallas autoimpuestas o las agresiones inventadas, cuando hereda el cargo de Presidente de Castilla La Mancha, se dedicara a preparar su elección. Una vez conseguida, se quita la careta y actúa como lo que es, un cacique que ordena y manda sin dan opción a los que discrepan. Hasta entonces ha sido capaz de mostrarse como alguien simpático, cercano, incluso dialogante, siendo capaz de llegar a consensos y acuerdos en cuestiones de vital importancia para el progreso de nuestra tierra como la caducidad del trasvase, más autonomía local, competencias, financiación o inversiones. Hablo del nuevo Estatuto, en el cual también se pactó y firmó que para reformar la Ley Electoral debería de hacerse por dos tercios de la cámara regional.
Pero Barreda ha debido echar cuentas y teme perder las elecciones de 2011, sea él el candidato o el que todo el mundo sabe, y como buen jugador de ventaja opta por lo más fácil, cambiar las reglas a media partida aunque vaya ganado. Al contrario no hay que darle ninguna posibilidad, y si para ello hay que obligarle a jugar con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados, pues sea.
Ya digo, cualquier modificación de la Ley Electoral no tendrá aplicación hasta las próximas elecciones regionales, a celebrar en 2.011. Por lo que la urgencia no puede ser argumentada. Si esta cuestión estaba pactada y consensuada en el texto del nuevo Estatuto, el cual ha sido frenado en el Parlamento por sus propios compañeros socialistas sin que Barreda haya abierto el pico, que prisa hay para modificar la Ley.
En la historia de la democracia española nunca una Ley Electoral se ha modificado por un solo partido, sin negociación, diálogo y acuerdo con la inmensa mayoría de los representantes del resto de fuerzas políticas. Otra vez vamos a ser el hazmerreír del resto de comunidades españolas, una vez más y todo por la intolerancia y el talante speudodemocrático del Sr. Barreda.
Independientemente de todo ello, hay que recordar que no hay un estudio técnico ni jurídico que justifique la propuesta presentada unilateralmente por Barreda. Ni siquiera recoge la actualización automática del número de diputados, una vez que cambien los criterios presuntamente utilizados y, en definitiva, es totalmente injusta por cuanto defiende que los votos de unos castellano-manchegos valgan más que el de otros, en función de la provincia en donde residan. En esta modificación solo se defiende asegurar al máximo las posibilidades de los socialistas para volver a ganar las elecciones de Castilla La Mancha, al fin y al cabo después de tantos años, Barreda y sus chicos han convertido nuestra tierra en algo que él conoce muy bien, un cortijo.
Por su parte, en esta cuestión, el Partido Popular defiende, como no puede ser de otra forma, una modificación con arreglo a las reglas pactadas en el nuevo texto estatutario, previo estudio detallado y exhaustivo de una ponencia sobre el tema y con una actualización automática cada vez que haya convocatoria y se haya producido variaciones sustanciales sobre los criterios que se valoren inicialmente.
Pero eso al fin y al cabo es lo justo, lo sensato y lo decente. Y eso es mucho pedirle a Barreda. Él tiene la mayoría de los votos y por lo tanto puede hacer lo que le de la gana en su cortijo.
Desde el Partido Popular intentaremos evitarlo.
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