Salvo los socialistas, todo el mundo coincide en que Magdalena Álvarez debe ser cesada por Zapatero. Incluso comienza a ser interiorizada como una necesidad entre los propios socialistas. El motivo es conocido. Ha fracasado estrepitosamente en su gestión de las obras del AVE. Por ello debería haber dimitido hace mucho tiempo, pero como repetidamente ha declarado que no lo piensa hacer, debe ser cesada, lo cual no resolverá los problemas de comunicaciones en Cataluña, pero seguro que a muchos aliviaría su despido fulminante.
Mientras llega ese momento hay que recordar su nefasta gestión. No ha sabido resolver una crisis del transporte que lleva meses produciéndose y, lejos de aminorarse, se agudiza a cada momento que pasa. Debería haber dimitido porque no es presentable tanta cobardía, ni tanta evasión de responsabilidades, ni tanta obsesión patológica con las conspiraciones. La culpa es de otro, nunca suya.
Magdalena Álvarez debe ser cesada con una “zonriza” por higiene democrática y como máxima responsable del gobierno en un problema que trae de cabeza a tantos españoles. Si Zapatero se empeña en no cesarla, estará diciendo a los españoles cuál es su modelo de gestión y que poco le importa como se hagan las cosas. Confirmará que es el presidente del caos y la improvisación.
Son demasiados días sin cercanías y con transporte alternativo de autobuses en Barcelona. Días de caos en el transporte y días de caos en las vidas de los barceloneses, que ven como el gobierno de Zapatero lejos de aminorar la crisis la agudiza, al trasladar los problemas a las carreteras. ¿La culpa? la prisa de Zapatero en inaugurar como sea lo que sea. Hasta los propios trabajadores que realizan las obras del AVE critican las prisas con que se están acometiendo las obras.
Como a perro flaco todo son pulgas, aparecen grietas en edificios cercanos a las obras del tren de alta velocidad. El fantasma del Carmel sobrevuela de nuevo sobre la Ciudad Condal. Mientras, la ministra erre que erre y Zapatero sin cesarla. Eso sí, el pasado domingo tras una visita por sorpresa, fugaz y de tapadillo, dijo que asume las responsabilidades por el caos en Barcelona. ¿Qué responsabilidades asume? Ninguna. ¿Quién asume esas responsabilidades? Nadie. ¿Qué soluciones ofrece? Ninguna. ¿Por qué no hizo la visita un día laborable y previo anuncio? Por miedo.
Zapatero eligió un domingo, cuando no hay ni viajeros ni prisas por llegar al trabajo porque no se atreve a ir un lunes o un martes para dar la cara y explicar a los usuarios qué responsabilidades son ésas que dice asumir.
Está bien reconocer los errores, pero no es suficiente, si Zapatero dice que asumen responsabilidades, o cesa a Magdalena Álvarez o es él el que tiene que dimitir. Sin olvidar que tiene que decir como piensa solucionar estos problemas. Eso hace un Gobierno sensato: buscar soluciones a los problemas y no crearlos.
Pero Zapatero no sabe cuándo va a volver a la normalidad el servicio de Cercanías, desconoce como solucionar los problemas, y lo que es peor se le acumulan, ahora con los problemas detectados en un túnel del tren de alta velocidad que unirá Córdoba con Málaga, que ha puesto en peligro la fecha de inauguración prevista para el próximo 23 de diciembre.
En cuanto al AVE de Valladolid, faltan doce kilómetros de línea, han dejado el soterramiento de la estación “para otro día”, el tren llega en superficie con incluso un paso a nivel y tendrá una parte de vía única porque el trazado está sin terminar.
Magdalena Álvarez, la ministra del caos, la chulería y la cobardía tiene que ser cesada. Se lo han pedido todos los grupos parlamentarios en repetidas ocasiones, la última el pasado miércoles en el Congreso durante su comparecencia, pero Zapatero como el que oye llover. No es suficiente con que Zapatero la deje en casa cuando va de visita dominical a las obras. Tiene que echarla con cajas destempladas.
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