Diez años desde entonces

Apenas hacía nueve días que las fuerzas de seguridad habían liberado al funcionario de prisiones burgalés Ortega Lara y ya algún miembro de la mesa nacional de Batasuna había anunciado que la borrachera policial daría paso a la resaca.
Eran sobre las tres y media de la tarde del día 10 de julio de 1997. El tercer concejal del PP en el Ayuntamiento de Ermua, Miguel Ángel Blanco, como era su costumbre se había desplazado en tren hasta su lugar de trabajo en Eibar, en la empresa Eman Consulting, situada a poco más de 200 metros del taller de recambios de Ibón Muñoa, concejal de HB en esa localidad, el cual había dado cobijo a tres terroristas de ETA, Irantzu Gallastegui Soduoe “Amaia”, Francisco Javier García Gaztelu “Txapote” y José Luis Geresta Mujika “Oker”.
Al bajar del tren en Eibar, Miguel Ángel Blanco fue obligado por Amaia a subir a un coche donde se encontraban sus dos compañeros de comando, trasladándose a lugar seguro done retenerlo. Hacía el número 78 de secuestrados de la banda y posteriormente se convertiría en su víctima mortal número 778.
A las seis y media de la tarde ETA confirmaba en Gara el secuestro y daba a conocer las condiciones para su liberación, el agrupamiento de presos en el país en 48 horas. Todos los partidos de la oposición, con los socialistas a la cabeza, se pusieron al lado del gobierno. No se podía ceder un milímetro ante el chantaje al Estado de Derecho y los terroristas lo sabían. Era una muerte a cámara lenta.
El padre de Miguel Ángel Blanco, albañil de profesión, salía en todos los informativos cuando llegaba a su casa con la ropa de trabajo y se enteraba de la noticia. Su madre, Consuelo, ama de casa, se deshacía en llantos y nervios ante lo que estaba viviendo. Su hermana, Mari Mar, estaba en Escocia realizando un curso de Inglés para completar sus estudios de Turismo.
La reacción de los vecinos de Ermua fue ejemplar. Sus ventanas y balcones se llenaron de carteles con mensajes como “Te esperamos Miguel”. En el resto de España las reacciones fueron similares. La movilización y la indignación iban en aumento, con mezclados sentimientos de compasión e indignación, desembocando en una enorme manifestación celebrada en Bilbao el día 12, con la esperanza de que los terroristas escucharan y atendieran lo que decía la calle. Por primera vez los terroristas sintieron el miedo cerca, sobretodo cuando la muchedumbre cercó sedes de Batasauna e incluso llegó a incendiar alguna de sus Eriko Tabernas. Se pasaba de la resignación a la ira.
Pero los terroristas son sordos. Solo hacen lo que saben. Eran cerca de las tres de la tarde del mismo día 12. El plazo dado hacía cincuenta minutos había finalizado. Amaia, Txapote y Oker trasladaron a Miguel Ángel en el capó de un vehículo hasta un paraje cercano a Lasarte, entre el hotel Chartel y el barrio de Cocheras. Allí en un descampado, atado de manos lo obligaron a arrodillarse, mientras Oker lo sujetaba, Txapote le descerrajó dos tiros en la cabeza con una Beretta calibre 22. Se alejaron en el mismo vehículo en que había llegado conducido por Amaia.
Dos cazadores encontraron a Miguel Ángel agonizante, moribundo. Dada la voz de alarma todo se precipitó. Su traslado urgente al Hospital Nuestra Señora de Aranzazu, en San Sebastián, el mismo donde ha sido recuperado Dejuana Chaos de su “huelga de hambre”. A las cinco de la madrugada se certificaba su muerte.
Desde entonces, los secuestradores y asesinos de Miguel Ángel han tenido distinta suerte. Txapote, integrante del comando Donosti, está condenado a 247 años de cárcel por cuatro asesinatos. Amaia, convertida en compañera sentimental del anterior, dio a luz en prisión, donde cumple condena de 175 años de cárcel. Mientras que Oker, apareció muerto por disparo en la sien que se había hecho él mismo, en marzo de 1999.
Por su parte, la familia de Miguel Ángel sigue con su cruel condena, vivir a perpetuidad con un nudo en la garganta. Mari Mar dedicada a recordar la memoria de las víctimas y a reclamar memoria, dignidad y justicia. Sus padres, Miguel y Consuelo intentando recuperar la sonrisa con sus nietas Andrea y Leire, pero sin poder olvidar.
El espíritu de Ermua consiguió concienciar a la población, culminando con la firma del Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo, así como con la ilegalización de Batasuna. Pero esta movilización asustó a los nacionalistas, los cuales veían que si desaparecía quien moviera el árbol, ellos dejarían de recoger las nueces, por lo que el 12 de septiembre de 1998 firmaron el Pacto de Estella. Al año siguiente comenzaron las negociaciones entre socialistas y terroristas, las cuales no se interrumpieron ni cuando éstos últimos asesinaban a militantes socialistas. En diciembre de 2004, los socialistas catalanes firmaron con los nacionalistas el Pacto del Tinell. Luego vino el cuerdo entre ERC y ETA en Perpiñan, todo bajo la dirección de Zapatero.
Por eso el pasado día 10, en Ermua, apenas estábamos tres mil personas, no había carteles en los balcones, salvo lo que pedían amnistía y el acercamiento de los presos, estaban las víctimas, estaba el PP, había gente de otras ideologías como Gotxone Mora, pero faltaban los socialistas y faltaba Zapatero.
¿Dónde estaba Zapatero?, seguramente negociando y pactando con los jefes de Txapote, Oker y Amaia. Eso es lo que en marzo habremos de decidir, si estamos con las víctimas o con los verdugos. Yo lo tengo claro. Yo estaba en Ermua.

No hay comentarios: