El problema es Zapatero

Hubo un tiempo en el que, dentro de las discrepancias ideológicas, los dos grandes partidos nacionales, socialista y popular, coincidían. Por ejemplo en el modelo de estado, donde la nación la componía sus comunidades, sin posibilidad de plantearse ninguna separación o independencia particular.
También coincidían en la igualdad de todos los españoles. Todos, nacieran donde nacieran, residieran donde residieran, tenían los mismos derechos y las mismas obligaciones. Y todos tenían el derecho a expresarse o educarse en la lengua común, el castellano, sin perjuicio de poder usar su propia lengua autóctona, pero muy lejos de sustituir a base de imposición una por otra.
Otro tema de encuentro y de consenso era la actuación contra el terrorismo. Los mejores frutos contra esta lacra se dieron yendo juntos, de la mano, acordando, firmando y llevando a cabo el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, y por supuesto con el respaldo del Estado de Derecho, con la Ley y con medidas policiales y políticas. Pero siempre con firmeza, convicción y decisión en el sentido de que a los terroristas no se les puede hacer concesiones, su única salida es disolverse, entregar las armas y rendir cuentas por sus delitos.
Aunque hay muchos más puntos donde caminaban juntos, solo destacaré otro más, la política exterior. También en eso, con pequeñas matizaciones, se estaba de acuerdo. Nuestra posición en el exterior era de colaboración y ayuda con los países de América latina para servirles de puente con Europa. Ante Europa el desafío era formar parte de la locomotora europea. Con EE.UU. de amistad y colaboración. Con los países árabes de intermediación en los conflictos gracias a las buenas relaciones y de amistad. En definitiva pintábamos y mucho en el contexto internacional.
Pero en marzo de hace casi cuatro años, se produjo el mayor atentado terrorista que conocemos y, gracias a ello, llegó Zapatero. Todo cambió. El encuentro se convirtió desde el primer día en desencuentro. El respeto en odio visceral. Las buenas relaciones en crispación. Las divergencias dieron paso a los enfrentamientos y el partido socialista comenzó a deambular por otros derroteros.
Empezó por apoyar su mandato en las minorías separatistas que representan a los que no se sienten cómodos en España. Para gobernarnos a todos se alió justo con los que quieren rompernos. Así pues, el concepto de España paso a ser algo discutido y discutible. Las comunidades empezaron a tirar cada una de su lado de la manta, a reclamar más competencias, más derecho, más relevancia, sustituyendo al Estado y rompiendo la solidaridad que hasta entonces había imperado.
Los españoles dejaron de ser iguales. Ahora prima el lugar de nacimiento o el de residencia. Aún más, prima la lengua en que te expreses. Incluso en determinadas comunidades, no solo Cataluña, se niega e impide la educación en Castellano, de manera que en vez de profundizar en la lengua común que nos une, se anima y consiente su sustitución por lenguas autóctonas que nos separan.
Incluso hemos pasado de estudiar las inversiones y aportaciones del Estado, de todos los españoles, entre todas las comunidades, primando la solidaridad y la necesidad real de éstas, a discutirlas bis a bis entre cada una y el gobierno. Así, a una se les concede en función de su producto interior bruto, a otras por su extensión geográfica, a otras por su densidad, etc. Pero en definitiva, se abrió la veda de que cada uno podía pedir lo que quisiera. El resultado es evidente. Se acabó la solidaridad.
En el tema del terrorismo, Zapatero también cambió el rumbo de los socialistas. Empezaron a acercarse a los que decían que para recoger los frutos, alguien tenía que mover el árbol, o con los que se reunían con los asesinos para pactar que no mataran en Cataluña, en el resto de España daba igual. Pasando de la firmeza contra el terrorismo, a contemporizar con él. Los terroristas empezaron a ser considerados hombres de paz. A aflojarse la presión policial y legal contra ellos. Incluso a propiciar su acceso al Parlamento Europeo. En definitiva, se pasó de perseguir y combatir a los terroristas a sentarse con ellos a negociar un precio político por dejar de matar. Para ello, además, hubo que silenciar a las víctimas y no conformes con ello, se les insultó y despreció.
En cuanto a nuestra política exterior. El fracaso es más que evidente. Hemos pasado de ser una nación que contaba en el mundo a un conglomerado de nacioncillas que no pinta nada. Por eso es necesario y urgente enderezar el rumbo. Recuperar el sentido común, algo que añoran muchos socialistas que ven equivocada la dirección por la que les lleva Zapatero. Para eso, solo hay una posibilidad. Que el PSOE pierda las próximas elecciones de marzo y necesariamente se produzca una catarsis interna que apee a Zapatero de la dirección socialista. Entonces podremos consensuar las reformas constitucionales que necesitamos para recuperar el tiempo desperdiciado.

No hay comentarios: