Lo que le molesta a Zapatero de la Iglesia

Para muchos españoles, entre los que me incluyo, existen dos modelos de familia. Uno el que defiende la Iglesia, instaurado en nuestra sociedad desde hace siglos, otro el que defienden distintas asociaciones o colectivos. Yo estoy por el que defiende la Iglesia, pero no descalificaré ni arremeter contra cualquier otro. Prefiero escribir de la campaña que Zapatero viene realizando contra la Iglesia.
Todo por haberse atrevido a congregar más de 2.200.000 españoles en torno a su idea de familia. La Iglesia piensa que su modelo de familia está siendo atacada por el ejecutivo y, con todo el derecho del mundo, convoca una manifestación para hacerse oír. Esta se celebra con gran éxito y con todo respeto y normalidad.
Pero el criterio que utiliza Zapatero respecto a las manifestaciones y concentraciones es que, si los asistentes a estas opinan igual que él, la calle ha hablado, mientras que si discrepan, los asistentes se meten en política y faltan al respeto a su ejecutivo. Eso es lo que molesta a Zapatero, el cual, para ocultar el fracaso de su gestión en distintos ámbitos, inicia una campaña de insultos y ataques a la Iglesia, algo inédito en cualquier estado democrático.
Que a los socialistas nos les guste que la Iglesia sea capaz de concentrar a tanta gente para defender su idea de familia lo puedo entender, pero están obligados a respetarlo, como yo respeto, desde la discrepancia, su modelo de familia, contra el que solo utilizo los cauces legales establecidos, ahora, que un Presidente del Gobierno insulte y descalifique una concentración porque discrepe de sus ideas, eso solo pasa en España. Afortunadamente hoy día, se tenga la ideología o la creencia que se tenga, tanto individual como colectivamente, se puede discrepar y criticar las decisiones del Presidente del Gobierno, sea quien sea. Y se puede hacer a través de cualquier medio de comunicación, en una manifestación, en una concentración o en la plaza de su pueblo.
Lo que tiene que hacer Zapatero es respetar a los ciudadanos, dejarles vivir en paz, en libertad, sean católicos o no, y opinen y piensen como él o distinto. Esa sería una forma de demostrar tener ese talante del que tanto habla -dime de que presumes y te diré de que careces-. Lo que ocurre es que tiene que buscar una polémica para ocultar su fracaso. Esa excusa es lo que llaman ahora el radicalismo laicista, lo cual es otro error porque no resuelve nada y crea un nuevo e innecesario problema.
En España tenemos libertad religiosa. Tenemos libertad para profesar la religión que queramos o ninguna, esa es la grandeza de nuestra Carta Magna. A pesar de ello, según la última encuesta del CIS, de noviembre pasado, el 76 % de los españoles se declaran católicos, le duela a quien le duela y pese a quien pese.
En la transición conseguimos un marco de convivencia, entre otros, referido al tema religioso -artículo 16.3 de nuestra Constitución-, acordando la necesaria y positiva laicidad del Estado, esto es separación de éste con cualquier confesión religiosa y cooperación con todas. Todos los españoles, creyentes o no, nos sentimos amparados y reflejados por este artículo, al menos hasta que llegó Zapatero. Hasta entonces nunca ningún gobierno había insultado la Iglesia y lo que representa.
La esencia de la democracia está en aceptar la discrepancia, la pluralidad y la crítica, sobre todo cuando uno está en el Gobierno. Desgraciadamente hoy en España tenemos una democracia deliberativa. Esto es que Zapatero delibera y los españoles tienen que obedecer. Eso no es democracia, es más bien despotismo o totalitarismo.
Necesitamos urgentemente desalojar a Zapatero del poder para volver a tener un gobierno que haga de la convivencia, del consenso, del acuerdo y de la concordia una línea de acción política. Nosotros los populares inequívocamente asumimos lo pactado en materia religiosa. Libertad religiosa, aconfesionalidad y cooperación, como pilares básicos de nuestro modelo constitucional, como ocurre en las democracias europeas.

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