Eso es algo que, como tantas otras cosas, parece desconocer Zapatero. Por eso no es de extrañar que, con la imprudencia que le caracteriza, cuando creía que los micrófonos estaban cerrados y nadie le oía, espetó “nos conviene que haya tensión”, “voy a dramatizar”. Desvelando su verdadera estrategia cara a las inminentes elecciones de marzo. Cuanto más tensión haya en la sociedad española, cuanta más crispación y odio, mejor para sus propósitos de seguir otros cuatro años exprimiendo la teta.
Al fin y al cabo, poco más se puede esperar de quien solo así sabe movilizar a su electorado. Difícilmente lo haría con un balance transparente de su gestión de gobierno. Más difícil tendría ilusionar a quienes le auparon a la presidencia en marzo de 2004 y ahora maldicen su ocurrencia. Y no hablemos de las propuestas, escasas, pobres y faltas de imaginación que está haciendo esta precampaña. Prácticamente todo el tiempo se ha limitado a ir a la contra de las que hace Mariano Rajoy. Ha dedicado más tiempo a desacreditar las soluciones y compromisos de su oponente, que en presentar la suyas propias. Al fin y al cabo, si en cuatro años, en vez de solucionar problemas ha generado conflictos y crispación, que nos puede prometer ahora.
Por eso, a Zapatero no le interesa debatir, sabe que no aguantará confrontar ideas -que no tiene-, de forma serena con Rajoy -que una tras otra va desgranando-. Primero, porque sabe que no tiene nada que hacer y perderá; segundo, porque prefiere el monólogo de los mítines electorales, donde sus incondicionales le aplauden y vitorean diga lo que diga, y si se dedica, como casi siempre, a descalificar e insultar al contrario, más tensión a la masa: y tercero, porque realmente le aterra tener que dialogar y debatir con quien considera mejor preparado que él.
Es su verdadero estilo. Su mal estilo. Ya nos tiene acostumbrados. Ya le hemos descubierto. Detrás de su falsa sonrisa solo se esconde un personaje que todo lo basa en el odio y la crispación, convencido de que con ello puede ocultar su incompetencia.
Por eso la tónica mayoritaria de sus cuatro años de gobierno ha sido la de crisparlo todo. Y ahora que llega el momento de la verdad, de rendir cuentas de lo realizado, cuando toca debatir públicamente, él sigue en sus trece, insultando y culpabilizando a todo el mundo. Al PP, a la Iglesia, a las víctimas, o a quien se cruce en su camino y ose llevarle la contraria. Todo le vale a Zapatero con tal de conseguir “tensión”.
Pero un desliz nos ha demostrado que Zapatero, en público, acusa al PP de crispar, mientras que en privado reconoce que es a él y solo a él a quien le interesa la crispación. Zapatero quiere, necesita tensión y por eso insulta a todo el mundo que discrepa con él. Zapatero tiene que dramatizar para atraer el voto más radical contra el Partido Popular.
El Partido Popular lo que quiere es que los españoles sean maduros e inteligentes, que conozcan lo que ofrecen cada uno de los partidos que concurren a estas elecciones. Queremos debatir sobre que se ha hecho estos cuatro años y que hay que hacer en los próximos. Que soluciones y propuestas se comprometen a aplicar para solucionar los problemas cotidianos, los que realmente nos preocupan y ocupan.
Para el Partido Popular el enemigo a batir son los terroristas, el paro, la crisis económica, los delincuentes, ... y contra ello ofrecemos nuestro programa, nuestras soluciones, nuestras propuestas, nuestras ideas. Y nos gustaría que enfrente, Zapatero y los socialistas, tuvieran los mismos enemigos y contra ellos nos presentaran su programa, sus soluciones, sus propuestas, sus ideas, y pudiéramos debatir. Sin embargo, Zapatero dedica todo el tiempo a un objetivo, su único enemigo es el PP y su única obsesión Mariano Rajoy.
Contra la tensión de Zapatero, Rajoy ofrece propuestas constructivas, demuestra que tiene las ideas claras y unos principios sólidos -rebaja de impuestos, subida de pensiones, control de la inmigración irregular, lucha contra la inseguridad…-. Zapatero mientras insulta, miente –él mismo lo reconoce- y crispa a los españoles.
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