lo que nos espera

Solo si se reconoce un problema se estará dispuesto a solucionarlo. Nosotros tenemos uno y no es pequeño, como es la desaceleración que se viene observando en nuestra economía desde el segundo trimestre del pasado año 2007.
La primera consecuencia es el enfriamiento palpable del sector de la construcción, cuya caída ha sido del 3,9% (noviembre) frente al 0,2% en la UE. Su ritmo se ha ralentizado y la venta de inmuebles está sufriendo graves problemas, produciendo todo ello unas previsiones de desempleo en la construcción más que preocupantes. Incluso la Oficina Presupuestaria del Presidente del Gobierno (Sr. Taguas) se ha atrevido a aventurar que en los próximos años pueden perderse en este sector hasta 350.000 empleos.
La segunda sería la reducción del consumo privado, básico para nuestro modelo de crecimiento. Todo ello como consecuencia de la crisis financiera internacional de agosto pasado, que ha dejado al descubierto nuestra debilidad en cuanto al alto endeudamiento de las familias –ha aumentado un 14% en noviembre-, incremento de los costos financieros de las empresas y el elevadísimo endeudamiento externo con un déficit del sector exterior cercano al 10% del producto interior bruto español.
Si además le sumamos la caída de inversiones extranjeras en España, motivada por el empeoramiento de nuestra credibilidad internacional y la pérdida de confianza en nuestro gobierno, la situación se agrava considerablemente.
Paralelamente, estas situaciones se ven alentadas con el importante aumento de inflación que estamos teniendo, el 4,2% y según la Fundación de Cajas de Ahorros llegaremos al 4,5% en los dos primeros meses de 2008, la cual ha hecho que hayamos vuelto a tener un diferencial de inflación con la eurozona demasiado elevado que, unido a la falta de reformas económicas, han empeorado nuestra competitividad.
Básicamente, llevamos meses asistiendo al final de un próspero ciclo de bonanza económica que, hay que decirlo, ha durado más de lo previsto gracias, entre otras cuestiones, a la aportación de la inmigración, pero que ha tocado a su fin ante la falta de medidas concretas adoptadas por un gobierno como el de Zapatero que no ha sabido prepararnos para lo peor.
Hasta ahora, los bajos tipos de interés habían permitido mejorar hasta un 71% los márgenes de beneficios empresariales, por lo que los resultados habían sido muy positivos. Ahora los tipos aumentan sistemáticamente y su primer impacto claro se ve en las empresas, a las que les produce un aumento de sus costes de financiación, y por consiguiente un menor beneficio, que irá en detrimento de sus inversiones. A su vez, la deuda de las empresas aumenta sin descanso -un 19% más en noviembre-.
Esta situación está empezando a afectar al empleo, cuyos costes se resienten y aumentan, que se traduce en el aumento del desempleo mes tras mes, propiciado principalmente por el vencimiento de contratos temporales que no son renovados y que acabará teniendo un efecto negativo en las cuentas de la Seguridad Social.
A su vez afecta a las familias, ya que supone una disminución importante de su renta disponible y por tanto en su capacidad de gastar, de consumir, con lo que el consumo se resentirá. Sin olvidar que aumenta su endeudamiento, el cual dejaría de estar cubierto por su patrimonio si el precio de las viviendas bajara.
Y lo peor de todo es que es el propio gobierno de Zapatero el que contribuye al deterioro de nuestra economía. No solo no toma medidas de choque para paliar la crisis, sino que aumenta el consumo público por encima del crecimiento de nuestro producto interior bruto, lo que a corto plazo, supone un aumento de precios provocado por ese exceso de demanda, sin olvidar el incremento de importaciones que deterioran aún más nuestro saldo exterior.
Para ser conscientes de la pésima actuación gubernamental en la economía española, basta recordar que los presupuestos generales del estado fueron hechos y aprobados considerando que el precio del petróleo sería de 70 $ barril, lo cual ha quedado desgraciadamente desfasado antes de empezar a aplicarse, sin que se hayan adoptado ninguna medida que contrarreste el aumento producido.
Por otro lado, las previsiones de crecimiento en dichos presupuestos han quedado ampliamente reducidas en cuantas estimaciones objetivas y profesionales se hayan hecho, sin que el gobierno de Zapatero haya rectificado las mismas. Como consecuencia de ello, teniendo en cuenta que los gastos son estructurales, comprometidos y fijados legalmente, mientras que los ingresos tienen una gran parte de coyunturales -si todo va bien crecemos y aumentan los ingresos y si vamos peor disminuyen estos- , por lo que se está poniendo en peligro el equilibrio presupuestario.
Esto es lo que se nos viene encima y mientras, para Zapatero, no pasa nada.

No hay comentarios: