Los últimos cuatro años que hemos sido gobernados por Zapatero han sido de retroceso. Mirando atrás, vemos que este periodo ha coincidido con uno de los mejores momentos de crecimiento de la economía mundial sin que su gobierno haya sabido aprovecharlo. Teníamos una situación privilegiada, unas cuentas públicas saneadas, unas reformas estructurales en marcha y unos índices de confianza de consumidores y empresarios en cotas históricas. Cuatro años después todo ha cambiado. Zapatero ha preferido vivir de la herencia y de la inercia, sin tomar ninguna medida que nos preparara para peores momentos. Como la cigarra, que no escuchó los avisos de la hormiga que preparaba la llegada del invierno y se burló de ella. Mientras, los desequilibrios de nuestra economía iban creciendo. La crisis ya está aquí y no es una situación coyuntural. Es un cambio de ciclo largo para el que nadie nos había preparado y esa responsabilidad correspondía a quien ha ejercido la presidencia del gobierno.
La economía española seguía creciendo, pero cada vez menos y más despacio. Nuestra población aumentando mientras que nuestra velocidad de convergencia real con la Unión Europea se reducía a la mitad. Si en el periodo 1996-2003 reducíamos la distancia con los países más prósperos de la UE a razón de 1,21 puntos al año, en esta Legislatura apenas alcanzamos el 0,7. Esta reducción del crecimiento per cápita ha significado la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, afectando indiscutiblemente a las economías familiares. Si de 2001 a 2003 los salarios habían ganado 1,4 puntos de poder adquisitivo, de 2004 a 2006 han perdido el mismo porcentaje. En cuanto a 2007, las previsiones, según Eurostat, apenas anuncian dos décimas de ganancia neta, salvo para Barreda y su grupo de elegidos que romperán todas las previsiones. ¡¡Vaya cara!!
Las consecuencias son palpables en cuanto al aumento de endeudamiento de empresas y familias, principalmente por el incremento de los tipos de interés, que han subido del 2,34% en 2003 al 4,88% en 2007, sin que Zapatero adoptara ninguna medida que redujera el impacto correspondiente en nuestra economía. ¡¡Vaya estadista!!
En este mandato, nuestra economía también ha perdido competitividad. Según el indicador del World Economic Forum hemos pasado del puesto 23 del mundo en 2003, al 29 en esta Legislatura. Su repercusión en nuestro déficit exterior ha hecho que haya pasado del 2,5% del PIB en 2003, al 9,4% en septiembre de 2007, uno de los más altos del mundo. Sin olvidar que el número de parados es hoy superior al que había al inicio del mandato de Zapatero, y la tasa de temporalidad no se ha reducido. No cuento los 350.000 puestos de trabajo que pueden perderse en la construcción en los próximos años, según la propia Oficina Presupuestario del Gobierno de Zapatero.
Los últimos datos de inflación nos sitúan en el 4,2%, muy lejos del 2,6% que teníamos en 2003 y más lejos aún de la Unión Europea. Pero peor es en los datos de Albacete, el 5% -en esto si que estamos a la cabeza de España-. Somos la tercera provincia más inflacionista de todo el territorio nacional. Es más, ante estos datos tan negativos, los socialistas solo hablan de los que corresponden a los electrodomésticos y nuevas tecnologías, cuyos precios parece que son los que menos suben. Es decir, después de decirnos que comiéramos conejo y no diéramos propinas, ahora quieren que en vez de leche y pan comamos teléfonos móviles y tostadoras.
La realidad es que Zapatero no ha sabido prepararnos, pero tampoco administrar los recursos del Estado. Ha preferido una política presupuestaria expansiva, sin contención del gasto y presumiendo de superávit insignificantes, conseguidos no por la austeridad presupuestaria sino por la buena evolución de los ingresos. Por eso insiste en negar lo innegable. Prefiere huir hacia delante, sin reconocer la desaceleración que sufrimos y sin tomar las medidas necesarias para aminorarla. Si se encarece el petróleo, las materias primas y hay incertidumbre financiera internacional, y sabemos de nuestra dependencia de estos condicionantes, ¿algo habría que hacer?. Vamos, digo yo.
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