La pasada semana conocimos la muerte de seis soldados españoles en el sur del Líbano. Estas muertes se llevaron por delante sus ilusiones y futuro, y trajeron el dolor, la impotencia y la rabia a sus familias y a todos los españoles de buena voluntad. Vaya para ellos mi recuerdo más sentido. Igualmente quisiera expresar mis mejores deseos de recuperación para los otros dos militares españoles heridos en la misma acción.
Dicho lo anterior, quiero protestar enérgicamente contra el trato que les ha dispensado el gobierno de España. Protesto contra el retraso en la comparecencia pública de Zapatero para explicar a los españoles lo sucedido. Protesto contra la llegada, otra vez, con nocturnidad y alevosía de los cadáveres. Protesto por la falta de atención dispensada a las familias de las víctimas. En definitiva protesto porque este gobierno sigue negando el peligro y las condiciones a las que se encuentran nuestros soldados en el exterior. Me molesta que repitan una y otra vez que la causa de las tropas españolas en Afganistán o Líbano es “la paz”. Eso es una majadería y una excusa para presumir de un falso pacifismo de pacotilla. Nuestras tropas están en los lugares de conflicto y eso entraña un riesgo que hay que asumir y explicar. No están repartiendo sillas de ruedas o dispensando vacunas. Están patrullando en zonas en conflicto y con elementos armados enfrentados entre sí. Lo demás son cuentos chinos para esconder la realidad.
Lo lamentable de este tema es que los socialistas y sus socios se empeñen en vender a la opinión pública que somos una nación de paz. Que solo ayudamos a la paz. Somos el sustento de la paz. Vamos que si no fuera por nosotros el mundo se acababa.
En este mundo tan globalizado, España, como tantos otros países, tiene que estar militarmente en las zonas donde haya un conflicto y hacer su labor de intermediación, y ello significa que hay que negociar, hablar, pero también impedir con nuestra presencia militar que esos conflictos se reproduzcan o agraven.
Para ello, nuestros soldados deben tener los mejores medios y la mayor seguridad posible. Esa es la responsabilidad que les debe ofrecer cualquier gobierno a nuestras tropas. Lo que no es de recibo es que desde 2004 que el ejercito pidió urgentemente la adquisición y colocación de inhibidores de frecuencia en sus vehículos en misiones en el exterior, sea ahora cuando entren las prisas, justo después de sufrir seis bajas por no disponer de dichos inhibidores en los BMR con que patrullan en el sur del Líbano, como sí tienen otros países (Italia), desmintiendo al Ministro Alonso.
Pero mi mayor protesta, rabia, indignación y frustración es contra la concesión de la medalla con distintivo amarillo a los soldados caídos en Líbano. Me sumo a lo anunciado por Mariano Rajoy. Cuando él gobierne, a los soldados muertos en estos conflictos se les concederá la medalla con distintivo rojo, que es la que se concede cuando uno muere en una acción de guerra, como ha hecho el gobierno de Líbano.
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