Por encima de la ideología

Tras catorce años de gobierno felipista, en 1996, los españoles reaccionamos ante los problemas que se acumulaban en España. El paro aumentaba, la economía se hundía, el déficit exterior se disparaba, la inflación se descontrolaba, los precios subían sin parar, y en definitiva no cumplíamos ninguna de las condiciones necesarias para incorporarnos a la Unión Europea.
Y quitamos a los mandangas que nos llevaban al desastre y buscamos a quien nos devolviera la ilusión y confianza perdida. Era necesario que alguien recuperara la senda del sentido común y la buena gestión para que todo volviera a funcionar.
Por eso ganó las elecciones el Partido Popular. Unos lo votaron por ideología. Otros, aún no compartiéndola, con la esperanza de que algo cambiara. También hubo quien lo hizo como castigo a los socialistas que habían destrozado sus ilusiones.
Ese cambio resultó. Aunque lo primero que tuvo que hacer Aznar fue pedir un préstamo para poder pagar a los pensionistas. Los socialistas no habían dejado en la caja ni las telarañas. El resto es fácil imaginárselo. Hubo que apretarse el cinturón, ajustar los gastos y hacer marabares con los ingresos.
Entre esos ajustes figura uno de los más utilizadas por los socialistas contra Rajoy. Él tuvo la desagradable tarea de congelar los sueldos de los empleados públicos. Gracias a la catastrófica gestión económica de los felipistas, el gobierno de Aznar se vio obligado a tomar esas impopulares decisiones –yo soy uno de los afectados-, por eso no perdonaré nunca que la mala gestión, por no hablar del choriceo imperante, tuviéramos que pagarlo los empleados públicos. Lo que unos estropean, otros lo tienen que arreglar.
Ahora, sorprendentemente solo cuatro años después de llegar al poder –gracias entre otras causas al mayor atentado terrorista de nuestra historia-, Zapatero tiene posibilidades y muchas de perderlo. Todo gracias a su torpeza e incompetencia. No ha sabido aprovechar los mejores momentos de crecimiento de la economía mundial. Se ha limitado a verlas venir, como si esas circunstancias fueran durar siempre. Ahora que llegan los malos momentos, ni ha hecho los deberes ni sabe como afrontarlos.
Hoy, como en 1996, el paro aumenta salvajemente -en enero hemos registrado la mayor subida de los últimos 26 años-, la economía se hunde, el déficit exterior se dispara, la inflación se descontrola, los precios aumentan el doble que en Europa, y en definitiva nos alejamos cada vez más de ésta. No valen esgrimir datos de 2005 o 2006, hay que hablar de cómo estamos hoy y como estaremos mañana, lo demás es agua pasada que no aliviará nuestro asustados y vacíos bolsillos.
El día 9 de marzo, como entonces, podremos ponerle coto. Se trata de quitar a quien no lo ha sabido hacer y confiar en que si que supo.

No hay comentarios: