Seguiré bebiendo agua embotellada.

El agua que salía por nuestros grifos procedía del subsuelo, mala, dura, con exceso de nitratos, sulfatos y pesticidas. Por eso, los casos de gastroenteritis y problemas de riñón estaban al orden del día.
Tras varios lustros reclamándolo, el gobierno de Aznar reconoció legalmente nuestro derecho a abastecernos de agua superficial, con calidad y cantidad muy superior y suficiente. Para ello realizó una de las inversiones más importantes de nuestra historia.
Pero habiendo cantado victoria, el anterior alcalde Pérez Castell, consintió que nuestra ciudad renunciara a una parte de esa agua superficial y volviera a mezclarla con agua subterránea. O lo que es lo mismo, empeoró el agua de nuestros grifos sin rebajar su precio.
Y cuando uno cede, cede siempre. Otra vez, la CHJ pidió a nuestro consistorio que volviera a mezclar el agua superficial con la de los pozos. La nueva alcaldesa, también dio la espalda a los albaceteños, aceptando empeorar la calidad del agua sin modificar su precio. Para disimular un poco, anunció que se instalaría un filtro de carbono que mejorase el deterioro de la calidad del agua resultante.
A pesar del patente malestar entre los usuarios, todo estaba decidido. Y volvió a llover. La CHJ entendió innecesario empeorar más la calidad del agua suministrada. Tampoco era preciso el prometido filtro de carbono. Al fin y al cabo solo era para ocultar el expolio que se nos hacía. Igual que la necesidad de la ósmosis inversa, que luego se transformó en nanofiltración, sin la cual no se abriría el grifo.
Todo quedó en un amago, pero pasado el tiempo, la calidad del agua suministrada levanta sospechas sobre lo que está pasando en realidad. El agua que sale por nuestros grifos sabe mal y huele peor. Y para colmo, nadie sabe nada de los análisis que obligatoriamente hay que hacer. Todo esto ha creado una psicosis de existencia de diarreas y malestar estomacal en demasiados casos.Los albaceteños se quejan con razón. Y es que, con lo que han jugado con la calidad del agua, nadie se fía. Por si acaso seguiré bebiendo agua embotellada.