Los pacifistas, de vacaciones

Estoy esperando saber algo de ese colectivo convertido en conciencia de la humanidad. Hablo de esos que se llaman pacifistas, que en teoría supone estar a favor del diálogo como forma de resolver los conflictos. Es decir, están en contra del uso de la fuerza militar en cualquier caso. Por eso rechazan la Escuela de Pilotos o la fabricación de helicópteros tigre en nuestra ciudad.
No son pocos, tampoco son mudos, ni pasan desapercibidos. Al menos hasta ahora. Hacen pintadas y espectáculos callejeros simulando la muerte que producen las armas. Intervienen en medios de comunicación y propagan su verborrea antimilitarista como hobby, por lo que solemos tener noticias e imágenes de ellos actuando con gran arrojo, intentando llamar la atención.
Recuerdo a estos colectivos manifestándose contra la guerra de Irak. Su “no a la guerra” -como si el resto estuviéramos a favor de ella-, se convirtió en una patente para insultar, amenazar, acosar y descalificar a quien osase no unirse a su causa.
Los medios de comunicación, periodistas, sindicatos, partidos políticos, asociaciones y colectivos de la izquierda, utilizaron ese argumento para atacar al último gobierno de Aznar. Y a la cabeza de todos, como no, los titiriteros españoles.
Ellos, con su antiamericanismo a ultranza. Pero de estar por casa. Es decir, odiar EE.UU., pero adoptar sus gustos y clichés. Defienden no levantarse al paso de la bandera de las barras y estrellas, manteniendo las mejores relaciones que jamás se han dado con ellos -ya quisiéramos-.
Por eso, cuando el poderosísimo ejercito ruso invadió injustificada e ilegalmente una indefensa nación como Georgia, independiente y autónoma, produciendo una masacre entre sus habitantes, especialmente ancianos, mujeres y niños indefensos, a nadie nos sorprendió que los pacifistas hicieran mutis por el foro. Seguramente, con el valor del dólar, estarán de vacaciones por EE.UU., comiendo hamburguesas, mascando chicle, con una coca-cola o viendo Batman. Y es que, la guerra de Rusia contra Georgia, dirán los pacifistas, no es nuestra guerra.

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