VIPP o como engañar a todos a la vez

Quien tiene memoria recordará que Barreda prometió que aquellos que estuvieran inscritos en el Registro Único de Vivienda durante un año, sin que se les facilitara un piso de alquiler, les pagaría el alquiler del piso que ellos encontrasen. Claro que eso lo prometió en plena campaña electoral y pasado ésta, si te he visto no me acuerdo. Luego, inventó un plan para atajar la crisis del ladrillo, al que llamó Viviendas de Iniciativa Público Privadas -hasta el nombre suena mal-, que consistía en que Barreda había acordado con los promotores, sin especificar cuales, que construirían viviendas de entre 70 y 90 metros cuadrados, que venderían entre 130.000 y 150.000 euros cada una, y caso de no encontrar compradores, Barreda se comprometía a adquirirlas en ese precio.
Hasta que se escenificó la firma del dichoso plan de VIPP. Mucha parafernalia, más coreografía, los consabidos canapés a costa del dinero público, y casi toda la jet set regional. Pocos faltaron. Al fin y al cabo se trataba de estar presentes por si podían pillar algo. Del contenido real del plan, poco más que confirmar tamaño y precio, adelantando que solo en 38 municipios sería donde se podrían construir las anunciadas VIPP.
Ahora ya se conoce el texto legal sobre el que se desarrollará esta nueva modalidad de viviendas. Algunas cuestiones han cambiado diametralmente respecto a lo anunciado, lo cual, conociendo la seriedad de las promesas de Barreda, a nadie extraña. Para empezar, ahora se dice que las promotoras podrán instar a la Consejería competente la adquisición de las viviendas no vendidas. Es decir, que una cosa es afirmar que adquirirá todas las viviendas no vendidas y otra que los promotores podrán pedirle que lo haga. Contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar. A todo esto sin partida presupuestaria establecida. Vamos que no hay dinero para comprar nada.
Sí se permitirá revender las citadas viviendas, fijándose el tope en dos veces el precio de costo más las actualizaciones del IPC. Es decir, si con las VPO no se puede especular hasta pasados 30 años, con las VIPP, desde el primer día. Supongo que los sindicatos, colectivos y asociaciones estarán muy satisfechos con esta parte.
Como hay un tope de viviendas a construir y unas localidades concretas donde hacerlo, será la citada Consejería quien regule el procedimiento de selección de los afortunados, siendo imposible que llegue a las 28.300 pymes que se dedican a la construcción en nuestra región, lo que me temo significará la confección de trajes a medida para unos pocos amiguetes del poder regional. Ni siquiera está claro que se vayan a exigir los requisitos establecidos en la Ley de Contratos del Sector Público.
Tampoco se mantiene aquello de garantizar la financiación a los promotores del pacto de VIPP, ya que, siempre según el texto legal publicado, serán las entidades financieras quienes en cada caso concreto, calificarán al cliente y concederán o no el préstamo solicitado. Para este viaje no hacían falta alforjas. Igualmente, las firmes y tajantes palabras del Consejero Lamata, de que este plan no serviría para transformar vivienda libre sin vender en VIPP, han quedado en palabras que se lleva el viento.
Para colmo, hasta el precio y el tamaño han cambiado. El precio anunciado por Barreda cuando presentó su plan ha aumentado hasta los 170.000 y 192.000 euros según la localidad -no costarán lo mismo en Albacete o en Toledo que en Guadalajara- y solo se podrán construir viviendas de 70 m2. Total, que en un par de meses se han incrementado 40.000 euros de nada y han desaparecido las VIPP de 90 m2.En resumen, Barreda, en vez de fomentar la vivienda protegida, liberando todo ese suelo que tiene -especulando con él-, se inventa una nueva modalidad a la que fija un precio muy superior al de las viviendas protegidas, se reserva la facultad de elegir quien, cuantas y donde podrán construir, también la posibilidad de enajenar o no las viviendas no vendidas, y ello con dinero público no presupuestado, demostrando una vez más su desmedido intervencionismo y discrecionalidad. Es decir clientelismo puro.

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