No queremos enterarnos.

La semana pasada, un programa radiofónico de máxima audiencia nacional trató las situaciones por las que están pasando muchos compatriotas en estos momentos. Y es que por mucho que diga Zapatero que somos la octava potencia mundial para que le dejen un sitio en la foto de Washington, en España hay mucha gente que lo está pasando muy mal.
Especialmente triste fue el caso de una señora que entre sollozos, relató como sobreviven ella y sus dos hijos menores, uno de ellos discapacitado, solo con la pensión de éste como únicos ingresos. Apenas 470 euros mensuales. Lógicamente, en esa situación las posibilidades de encontrar un empleo disminuyen, y en estos momentos de aumento de paro aún más.
Preguntada por como hacían para comer, la respuesta fue demoledora, puesto que relató que compraba comida para perros y la mezclaba con un puñado de arroz. Para colmo, contó que una de las veces que fue a por dicha comida, coincidió que la cajera del super que le atendió fuera vecina suya, y sabía perfectamente que ella no tenía perro, con lo cual el bochorno y la vergüenza que tuvo que pasar le superó.
Con emoción resaltó que una vez llegó a su casa y tenía una bolsa del super con unos filetes de carne y un par de latas que dicha cajera, conmovida, le había dejado sin decírselo. A pesar de ello, jamás había vuelto a ese establecimiento, ya que, según sus propias palabras, se moría de vergüenza de pensar volver a ver a esa vecina.
También contó que ella y su hija pequeña compartían la comida de su hijo discapacitado cuando este ingresaba en el hospital.
Este caso no es una excepción. Hoy son muchas las familias que, a pesar de tanto desarrollo, tanto progreso, tantas políticas sociales, tanta ley de dependencia, tanto poderío mundial, tienen en sus hogares el drama del paro o situaciones de exclusión social y marginalidad.
Mientras, nuestros parlamentarios hacen novillos, los medios de comunicación se dedican al marujeo de lo que ha dicho o piensa la reina y algunos políticastros se tunean el coche, el sueldo o el despacho.
Y lo peor está por llegar.

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