Que lleve el botijo.

Casi todo el mundo coincide en que quien siembra vientos recoge tempestades, o lo que es lo mismo, los desplantes realizados por Zapatero le han granjeado la antipatía de muchos gobernantes extranjeros.
Nadie duda a estas alturas de la película, que con su gesto, impresentable y grosero, de quedarse sentado al paso de la bandera norteamericana, o la retirada de tropas de Irak, de correprisa y abandonando al resto de países implicados, ha conseguido que, internamente su imagen salga reforzada, pero externamente sea tratado como un mindundi, lo cual, a muchos no nos importa, salvo que esa pérdida de peso en el contexto mundial le repercute a España. Y es que, cuando en el exterior ningunean a Zapatero lo hacen dándole una patada en nuestro culo.
Que pasáramos de reunirnos y codearnos con las primeras potencias mundiales, a hacerlo con los últimos de la cola, es algo que solo un personaje como Zapatero podía conseguir en tan poco tiempo. Que apenas lo saluden en una cumbre o se le fotografíe en solitario, en un rincón, mientras que el resto de líderes charlan amigablemente, no dejaría de ser anecdótico si no fuera porque nos representa a todos y eso si que jode.
Ahora parece querer enmendar sus errores y viaja desesperadamente por medio mundo intentando que le hagan un hueco en la próxima cumbre de Washington, incluso todo apunta a que podría ocupar uno de los dos sillones reservados a la delegación francesa, uno por ocupar la presidencia de la unión europea y otro como miembro del G-20. Algo a lo que Zapatero parece no hacerle ascos, llegando a asegurar que “lo que no me cabe en la cabeza es estar de pie, en alguna silla hay que estar”. Y es que, con Zapatero todo es posible, hasta que se envuelva en otra bandera que no sea la española.
Zapatero, que se ha hecho famoso por su pereza a la hora de viajar al exterior, con la excusa de que no le gusta dormir fuera de su casa, de su Sonsoles y sus niñas, se ha marchado a China a convencer de la necesidad de su presencia en Washington. Vamos que sin su presencia la crisis económica mundial no tiene solución. Es preciso e imprescindible que él aporte sus ideas y soluciones. Basta con ver como va nuestra economía nacional para darse cuenta de ello. Por supuesto que dichas gestiones no dieron ningún resultado positivo. Posteriormente, sin deshacer su maleta, Zapatero viajó a la cumbre Iberoamericana a seguir suplicando un hueco en la foto de Washington. El resultado fue similar. Mucho apoyo, mucho respaldo, mucha palmadita en la espalda, pero ninguna invitación a participar en la reunión de la ciudad norteamericana.
Incluso ha aprovechado una reunión con el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, para suplicarle su ayuda. Al fin y al cabo nos estamos jugando la credibilidad y viabilidad del orden mundial y ésta, sin Zapatero no tiene ninguna posibilidad de subsistir. Por supuesto que Durao Barroso se salió por la tangente, incluso desengañó a los que creían que la inminente victoria, ya confirmada, de Obama garantizaría un cambio de actitud de la administración norteamericana, ya que, éste, hasta que tome posesión en enero poco podrá influir en la composición de la cumbre.
Fuera de lo jocoso, está claro que hay razones más que suficientes para que España esté en esa reunión. Nuestro desarrollo económico y social en las últimas décadas así lo demandan y aconsejan. Pero hay que ser conscientes de que también hay razones de peso para que no estemos, como es que se trata de una reunión del G-20, al cual no pertenecemos y, dada la coyuntura actual internacional, se ha entendido que no era conveniente crear un foro distinto, por lo que, a pesar de ser la octava potencia económica mundial, lamentablemente nos quedamos fuera.
Para colmo, debido a nuestra malas, pésimas diría yo, relaciones con el país anfitrión de la cumbre, Estados Unidos, o mejor dicho con su administración, poco se puede hacer. Solo ir llamando a todas las puertas a ver si en alguna nos dejan abierta la gatera, cosa que está por ver. De momento solo buenas palabras, pero poco más.

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