Coge el dinero corre.

El anterior Alcalde decidió que necesitábamos un gran centro de la paz, inventándose el Museo de La Paz, ubicado en los viejos refugios del Altozano, entrándole las prisas a su camarilla para satisfacer el sueño del primer edil de la ciudad.
Llamaron a varias pequeñas empresas locales y les pidieron presupuesto de sus oficios. Recibidos estos, los aceptaron y les encargaron que urgentemente realizaran los trabajos oportunos, a fin de poder inaugurarlo lo antes posible.
Ellos cumplieron y se pudo inaugurar con gran solemnidad. No faltaron las fotos y declaraciones. Paz, democracia, respeto, tolerancia, talante, valores y más valores que solo la izquierda representa y no los retrógrados de la derecha. Todo eran sonrisas y poses, hasta con los antimilitaristas que montaron su escenita.
Y llegó la hora de cobrar, y las cinco pequeñas empresas de Albacete que habían hecho posible la apertura del museo, se dispusieron a ello. Presentaron sus facturas al Consorcio de Cuchillería, encargado inicialmente de la gestión del Museo de La Paz. Tras darles largas, les pidieron que cambiaran las facturas a nombre del Ayuntamiento. Nuevamente más largas. Les hicieron creer que estaban a punto de cobrar, pero volvieron a pedirles que cambiaran las facturas otra vez a nombre del Consorcio de Cuchillería. Vuelta a empezar y otra vez a nombre del Ayuntamiento.
Hasta que, con gran sorpresa, se les indicó que debían facturar a una empresa de Valencia, con la que no habían tenido ninguna relación, que parece ser era la adjudicataria de la remodelación del museo. Pero como el caso era cobrar los trabajos realizados, volvieron a facturar.
Contactaron con dicha empresa. Le facturaron, algunos recibieron pagarés que no fueron válidos, y hasta la fecha. Eso sí, la empresa valenciana sí que ha cobrado del Ayuntamiento hasta el último céntimo. Luego desapareció, o mejor, cambió su razón social, aunque sigue trabajando con nuestro Ayuntamiento.
Las cinco pequeñas empresas de Albacete hicieron el trabajo, nadie se lo paga y el Ayuntamiento cómplice se hace el tonto.

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