Todo el mundo sabe que cuando uno vive por encima de sus posibilidades, tarde o temprano lo paga. Así, cuando Zparo llegó al poder, en gran parte gracias al efecto del mayor atentado de la historia de España, solo tenía un objetivo. Gastar y gastar hasta acabar con los ahorros que la anterior administración había generado.
Como un tonto con zapatos nuevos se dispuso a la tarea. Sacó la chequera del dinero público y empezó a repartir pasta sin ton ni son, sin darse cuenta que todo se acaba y los ahorros no iban a ser menos. Nuestra economía aguantó mientras disfrutábamos de las vacas gordas, pero olvidó y se negó a ver que estas adelgazaban, por lo que no hizo nada para preparar nuestra economía para los malos tiempos.
Aguantó estoicamente a base de mentiras y engaños, respaldado por los millones de ingenuos que le votan, hasta el punto de que su vicepresidenta segunda, el mismo día de las pasadas elecciones, aseguraba que no subirían los impuestos, cuando ya tenían redactado el decreto que incrementaba los de la gasolina y el tabaco. Solo cinco días después Zparo incrementaba los impuestos “para proteger la salud y contribuir a la sostenibilidad de las cuentas públicas”, y esto solo es el principio.
El que tenga un poco de sentido común entenderá que cuanto más despilfarro, más impuestos. Hasta el Banco de España, gobernado por un socialista de postín, ha advertido que, de proseguir el despilfarro de Zparo, la deuda pública actual aumentará a dos dígitos del PIB. En esto también estamos a la cabeza de la Unión Europea, hasta el punto de estar amenazados con sanciones si no lo reducimos en breve.
Y ¿qué es el déficit? Pues la diferencia entre los ingresos por recaudación presupuestados, que han caído un 20%, y el gasto, que se ha disparado sin control aparente. Por ejemplo que para poder seguir pagando el desempleo ha sido necesario inyectar 17.000 millones de euros más de lo presupuestado. Esa diferencia, agotados los ahorros que había, hay que empezar a pagarla. Y es lo que toca.
Zparo no solo nos ha arruinado, también nos ha hipotecado.
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