Con dinero público.

El Ayuntamiento tiene competentes trabajadores para atender a los albaceteños, pero que ven impotentes como se inmiscuyen en su trabajo los políticos de turno, que presumen de saber de todo y en realidad apenas saben de nada.
Cuando los socialistas, con su política de personal chapucera y errática, han impuesto su criterio sobre el del técnico municipal de turno, el resultado casi siempre ha sido el mismo, error con consecuencias monetarias a cargo de nuestros bolsillos. Pero como decía aquella ministra zapateril que el dinero público no es de nadie, no pasa nada.
Ahora, como anunciaba yo en un anterior artículo, por la obcecación y torpeza del equipo de gobierno socialista de la Alcaldesa heredera, se ha notificado una nueva sentencia contra los intereses municipales.
Que nuestro consistorio tenga trabajadores interinos irregularmente desde hace lustros, es una mala costumbre. Que tenga funcionarios en comisión de servicio ilegalmente durante años y años, también. Incluso llegar a tener cerca de doscientos trabajadores como indefinidos no fijos, o sea en el limbo, ya no sorprende a nadie. Pero que después de siete años trabajando como interinas, es decir hasta que se cubra su plaza mediante el correspondiente proceso selectivo, se empeñen en despedirlas y lo hagan tan mal que provoquen una sentencia condenatoria contra el Ayuntamiento, es para pedir responsabilidades.
Que unas trabajadoras que deben finalizar su relación laboral con el Ayuntamiento para dejar su lugar a quienes han aprobado la oposición, algo tan normalizado y regulado, no puede desembocar en una indemnización judicial, incluidos salarios de tramitación, cercana a los treinta mil euros. Y teniendo en cuenta que son dos las afectadas, son casi diez millones de las antiguas pesetas.
Un regalo, con cargo a nuestros bolsillos, que, de haberse hecho correctamente, nos habríamos evitado. ¿Y quién responde de ese error? Si me apuran le echarán la culpa a los funcionarios, porque el equipo de gobierno, que toma las decisiones, nunca tiene la culpa de nada. ¿Verdad Sra. Oliver?

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