Cuando uno elige ha de atenerse a las consecuencias. Los españoles optamos por Zparo, y así nos va. Los socialistas no engañan a nadie. Prometen y prometen, pero todo el mundo sabe que de ahí a cumplir con lo prometido hay un largo trecho. Ya lo hizo Felipe González, pero Zparo lo ha superado. Ha tardado mucho menos en arruinarnos e hipotecarnos. Y lo que te andaré morena.
Ha sido el primer presidente de gobierno en recortar el sueldo a los empleados públicos. Nadie hasta ahora se había atrevido a tanto. Y lo ha hecho, a la vez que va a congelar las pensiones, subir los impuestos, quitar las ayudas a las futuras madres, etc. etc., pero no solo ha sido eso. También, aunque haya pasado desapercibido, ha malvendido hace un par de años 138 toneladas de oro, casi el 40% de nuestras reservas. Todo para hacer caja y poder seguir malgastando en chorradas y ocurrencias. El precio obtenido por ello fue de 630 dólares la onza. Hoy su precio sería del doble. Es decir hoy habríamos ingresado medio billón de pesetas más que en 2007.
Y es que, reconozcámoslo, Zparo es una fiera para eso de los números. Sus nociones económicas, esas que iba a aprender en dos tardes no dan para más. Cada decisión que ha tomado nos ha costado, y sigue costando dinero. Por eso no es de extrañar que la emisión de deuda de su gobierno supere ya en tres veces la emitida en su día por el anterior gobierno del PP. Hasta el punto de que, con los 221.000 millones de euros de deuda que tiene previsto emitir este año, tendremos más de medio millón en circulación, y cada día a un costo mayor. Para que nos enteremos, la locura de Zparo nos ha generado 30.000 euros de deuda a cada contribuyente.
Aunque los socialistas y quienes les siguen apoyando siguen defendiendo que hay que quitarles dinero a la nómina de los empleados públicos, la mayoría mileuristas, a la de los pensionistas, o a las inversiones en infraestructuras, para avanzar en políticas sociales que nos hagan más libres, como puedan ser confeccionar el mapa del clítoris o la guía del culo.Dios mío, en manos de quién estamos.
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