En la misma piedra.

El mes pasado conocíamos otra sentencia contra el Ayuntamiento de nuestra capital, anulando la concesión de la plaza de toros que el Concejal Taurino retrasó intencionada e innecesariamente el año pasado, provocando que solo hubiera dos ofertas, aunque ninguna de ellas cumplía el pliego de condiciones exigido. Por su culpa el tiempo se había echado encima y solo quedaba huir hacia adelante, por lo que se aceptaron las dos ofertas y se declaró a una de ellas ganadora. La otra recurrió, alegando que la ganadora no cumplía las condiciones exigidas, omitiendo que ella tampoco. Por eso la sentencia solo podía ser la anulación mencionada y la obligación de realizar un nuevo concurso. Pero el ridículo estaba hecho.
Ahora habrá otro recurso, y mientras, pasó la feria y pasará la que viene y seguramente la otra. Posiblemente cuando quiera resolverse definitivamente este recurso, la concesión habrá terminado, pero lo cierto es que mientras, otra vez el Ayuntamiento está en entredicho por chapucero.
Pero siguen sin aprender. Es lo que se desprende de la Junta de Gobierno del 23 de julio, donde se aprobó la propuesta provisional de adjudicación de obras de impermeabilización de la Plaza de Toros, con una particularidad, ninguna de las dos empresas aspirantes cumplía las condiciones exigidas. El motivo es en ambos casos baja temeraria en el precio y en el plazo de ejecución.
A pesar de ello, tras muchos circunloquios, la Mesa de Contratación celebrada ese mismo día proponía que se adjudicara a una de ellas, y si esta no aceptaba, se le adjudicara a la otra. Es decir, daba igual quien hiciera la obra, daba igual si lo hacía por un precio y en un plazo considerado temerario, esta obra hay que hacerla salga como salga. Luego la otra empresa podrá acudir a los Tribunales y ganar, como en el caso antes citado, pero habrá un recurso, y otro, y cuando se resuelva el litigio, esperemos que sin indemnización, la obra estará realizada y cobrada.En todo caso ya sabemos que los pliegos de condiciones solo sirven para saltárselos a la torera, y nunca mejor dicho.

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