La confesión.

Reclinado ante el confesionario, el presidente de un país imaginario hacía repaso de sus pecados. Padre, me confieso de haber engañado a mi pueblo prometiéndole el pleno empleo, aunque ya he acumulado casi cinco millones de parados, además de haberles mentido repetidas veces negando una crisis que ya era más que evidente.
He regalado dinero público a manos llenas a los bancos, que cada año tienen más beneficios y que a pesar de ello, cada vez cierran más el grifo de la financiación a particulares, familias y empresas.
Como también he prometido miles de millones a las distintas administraciones expertas en despilfarrar y endeudar a sus vecinos, mientras que para pagar todo este desmadre, he reducido el sueldo a los empleados públicos y congelado las pensiones a los jubilados.
Como no era suficiente, me propongo retrasar en dos años más la edad para acceder a la jubilación, además de ampliar el periodo de cálculo para esta, con lo que supondrá de facto una reducción del importe a percibir por los nuevos pensionistas. En definitiva, me acuso Padre de exigirle a mi pueblo que se apriete el cinturón, mientras sigo malgastando sus impuestos en gastos inútiles y superfluos.
Igualmente, me acuso de ser más sensible a la negociación con terroristas, delincuentes y dictadores, a los que estoy siempre dispuesto a escuchar y atender en sus chantajes, que con las justas necesidades y reclamaciones de mi pueblo. Y a los que me critican o discrepan conmigo por ello, los insulto y descalifico tachándolos de antipatriotas, fascistas, o retrógrados. Y por si acaso, les chumbo a la pléyade de titiriteros subvencionados que me adula y aplaude.
Tampoco he dejado de humillar y atacar las creencias religiosas de la mayoría de mis conciudadanos, mientras que fomento y facilito la implantación de otras creencias que poco o nada tienen que ver con nosotros. Para colmo, me acuso Padre de reescribir la historia, enfrentar a los pueblos, desenterrar a los muertos, borrar la memoria, y todo con el fin de mantenerme el máximo de tiempo en el poder, lo cual me gusta más que a un tonto un lápiz. Por todo ello Padre, pido perdón y la penitencia que me corresponda.
Hijo mío, le contestó el confesor, si tu intención es que cuando llegue tu momento puedas entrar en el reino de los Cielos, eso no puede ser, ya que conociendo tus trayectoria serías capaz de arruinar a Dios y a todos los Santos, y respecto a la penitencia, quédate tranquilo que ya la estamos pagando en vida los que te votaron y los que no.Por supuesto que cualquier parecido con la realidad de España, no es pura coincidencia.

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