Érase una vez que se era.

Una empresa estratégica con un montón de empleados y un gran negocio. Su peso e importancia en la economía de su comunidad de origen era enorme, y el aprecio que despertaba entre sus clientes espectacular. La consideraban algo suyo.
Pero hete aquí que un nuevo equipo de dirección se hizo cargo de regir sus destinos y pasó lo que tenía que pasar. Los nuevos mandamases, respaldados por sus correligionarios del gobierno regional, provocaron un agujero más que negro en las finanzas de la empresa, hasta poner en peligro su supervivencia.
Se encendieron todas las alarmas, y a pesar de ellas, el gobierno y directivos negaron por activa y por pasiva las dificultades evidentes. Eso solo consiguió atrasar el desenlace anunciado. La empresa tuvo que ser intervenida, y se le inyectaron miles de millones de euros de dinero público para tapar los agujeros creados por la irresponsable, y posiblemente delictiva, gestión realizada. Pero se siguió negando cualquier problema o peligro. Dice el refrán que “no hay más ciego que el que no quiere ver”.
Una vez saneada y reflotada la empresa, fue regalada a otra de la competencia, de distinta región y con un tamaño mucho más pequeño. Menudo pelotazo. A cambio, los nuevos dueños se comprometieron a mantener los puestos de trabajo, el negocio y la marca, intentando con ello, entre todos, engañar a los ingenuos que aún creían las explicaciones y excusas dadas. En vez de un desastre, era un paso hacia delante.
Pasado un poco tiempo, de momento, hay varias evidencias destacables. La empresa como tal ha desaparecido. El negocio se ha reducido, como consecuencia del cierre de sucursales. Y en cuanto a los puestos de trabajo, no son pocos los empleados que no han visto renovados sus contratos y ya se negocia el número de los que van a ser despedidos bajo el disfraz de prejubilaciones. Todo un éxito, en palabras de la portavoz del gobierno regional. Y lo dice sin ruborizarse ni nada.
Sí señores. Este es en breves palabras el cuento de CCM, aunque habría que añadirle que a todo este desaguisado, el mayor escándalo financiero de nuestra historia regional, hay que sumarle la negativa a asumir responsabilidades políticas por parte de quienes tenían la competencia de vigilar el correcto funcionamiento de la entidad, y su tajante oposición, hasta en siete ocasiones, a que se sepa realmente lo ocurrido mediante una comisión de investigación, lo que avala la tesis de que algo gordo quieren ocultar. Por ejemplo donde están los miles de millones desaparecidos. O qué connivencia había entre Hernández Moltó y Barreda.
Al final serán los tribunales los que tiren de la manta, y veremos a quién salpica. Con todo y con eso, todavía hay gente que se cree las explicaciones de Barreda y sus aláteres cuando dicen que Castilla La Mancha ha salido ganando. Ver para creer.

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