Tras cuarenta años de régimen autoritario, los españoles elegimos la democracia, es decir la participación libre de todos y cada uno de nosotros para decidir nuestro futuro. Podrá gustar mucho, poco o nada. Seguramente no será la forma idónea, pero para la mayoría es la mejor. Será imperfecta, pero recoge los cauces necesarios para ir adaptándola a los vientos que corren. Y quien no esté de acuerdo con las reglas establecidas, tiene los mecanismos necesarios para cambiarlas.
Dicho esto, todos tenemos muchos motivos para estar indignados, empezando por la situación económica en que nos han sumido nuestros patéticos gobiernos, tanto a nivel nacional, regional, provincial o local, y si eso desemboca en la falta de presente y futuro de muchos, no es de extrañar que éstos lo estén.
Pero una cosa es comprender y compartir la indignación de los que se manifiestan y concentran en nuestras calles y plazas sin cumplir los requisitos legales establecidos, y otra muy distinta disculpar los actos violentos que algunos están produciendo.
Nuestra situación no ha aparecido de la noche a la mañana. Es fruto de unas políticas erróneas aplicadas por un gobierno inútil que no ha hecho caso a las advertencias y se ha empecinado en el error, y desgraciadamente las consecuencias las venimos pagando todos cada día. Esto va de mal en peor y amenaza con desmadrarse, por lo que solo hay un camino, las urnas.
El movimiento 15M, con motivos más que justos para la protesta, se consintió y alentó desde el gobierno, y ahora amenaza con salirse de madre. El máximo responsable de mantener el orden público ha preferido mirar para otro lado, ocupado como está en heredar a Zparo. Mientras los ánimos se encrespan y los colectivos anti sistemas se infiltran entre los indignados.
Yo también estoy indignado, pero de ver como se impide a nuestros representantes, elegidos democráticamente, ejercer sus funciones. Si dejamos que se adueñen de las calles quienes no respetan la ley, el monstruo crecerá y acabará arrinconando a los ciudadanos de bien, por muy indignados que todos estemos.
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