Diferencias.

La dimisión de Francisco Camps como Presidente de la Comunidad Valenciana para dedicarse a su defensa, debería ser un ejemplo para todos. Su gesto es tan novedoso que ha sorprendido a la sociedad española. No estamos acostumbrados a que nuestros políticos se comporten con responsabilidad y se aparten a un lado cuando alguien los acusa, con o sin motivos.
Francisco Camps acaba de revalidar por tercera vez consecutiva su mayoría absoluta en la Comunidad Valenciana. Y eso a pesar de la infame campaña mediática emprendida contra él, que ha contado con la complicidad de la fiscalía del gobierno socialista, hasta el punto de que tras ser archivada la denuncia, fue reabierta por orden expresa del gobierno zapateril a la citada fiscalía. Es más, las irregularidades del caso hicieron dimitir al entonces Ministro Bermejo, e incluso suspender al omnipresente Juez Garzón.
La causa principal es el supuesto regalo de unos trajes. Si a mí me pidieran que demostrara que pagué mi ropa cuando fui Concejal o Diputado Nacional, no lo podría demostrar. Nadie, absolutamente nadie, guarda las facturas de lo que adquiere fuera de los días que te aseguren reclamar por algún defecto. Y por si acaso, todos, absolutamente todos los políticos, han recibido algún regalo, sin que ello signifique contraprestación alguna.
En todo caso, mi reconocimiento, admiración y respeto a Francisco Camps por su decisión. Yo creo en su inocencia y estoy seguro, porque nadie ha demostrado lo contrario, que no se ha enriquecido en su larga trayectoria política. Está claro que lo que los socialistas no han conseguido en las urnas, lo han logrado torticeramente.
Si este caso lo comparamos con el enriquecimiento descarado de nuestro paisano Pepe Bono, los tejemanejes escandalosos de Manuel Chaves, o su heredero Griñán, uno duda de la justicia. La intervención de la fiscalía en unos casos y en otro, es más que vergonzosa. Y más en el caso faisán, donde la cúpula de Interior está imputada y su máximo responsable, anterior y actual, se van de rositas.
Y es que todos los políticos no son iguales.

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