Que un personaje que ha sobrevivido a Felipe González y también lo vaya a hacer a Zparo, se convierta en la gran esperanza socialista no deja de ser una afrenta para la sociedad española.
Que además este personaje tenga un curriculum plagado de dudosas intervenciones en delicados casos como los GAL, SITEL, el 11M o el Bar Faisán, no es menos ofensivo.
Pero que para colmo se atreva a declarar públicamente que tiene la receta para acabar con el desempleo que él, como miembro permanente de casi todos los incompetentes gobiernos socialistas conocidos han generado, es claramente un insulto a la inteligencia de los españoles.
Uno puede entender que alguien que no tiene principios se empeñe en mantenerse en todos sus puestos a la vez que aspira a ser el candidato a la continuidad socialista. Comprendo que quién no tiene vergüenza intente aprovecharse de su posición para sacar ventaja en su carrera por sustituir al fracasado Zparo, pero lo que no puedo admitir es que además de todo esto nos tome a los españoles por gilipollas, eso no señor Rugalcaba.
Pase que algunos olviden sus hazañas y aplaudan su elección para remontar las encuestas que vaticinan el desastre socialista, pase que no asuma como propia la derrota sin paliativos de mayo pasado, pase que utilice sus puestos y tentáculos para sus intereses partidistas, pero que nos tome por tontos al resto de españoles, eso no se lo consiento.
Este era el portavoz gubernamental que negaba cualquier vinculación del ejecutivo en la guerra sucia del Estado contra el terrorismo; el que más datos conocía en tiempo real de los atentados del 11M; el que nos controla a todos a través de SITEL; tiene mucho que ocultar en el caso Faisán; y ha conseguido que seamos el único país europeo donde se censuran las estadísticas policiales, para evitar que sepamos que desde 2004 la delincuencia y el número de delitos han aumentado un 20%, la población reclusa un 30%, y hay más de un millón más de asuntos penales atascados en los Juzgados.
Una cosa es tener que cargar con él, y otra que tengamos que reírle sus “gracias”.
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